
haz de cada uno de nuestros hogares una morada de tu presencia,
un lugar cálido y dichoso. Venga la tranquilidad a todos sus miembros, la serenidad a nuestros nervios, el control a nuestras lenguas,
la salud a nuestros cuerpos. Que los hijos sean y se sientan amados
y se alejen de ellos para siempre la ingratitud y el egoísmo. Inunda,


y de las ambiciones que inquietan y roban la paz.

Te lo pedimos a Ti, Señora de los Hogares, cuyo silencio no es ausencia, sino presencia atenta a los hermanos.
Comunícanos la fortaleza de tu fe, la altura de tu esperanza y la profundidad de tu amor.
