
De los estudios de
Mons. Giulio Ricci,
sindólogo

Las horas que, según la fe católica, Cristo pasó en el sepulcro antes de la resurrección.
La sábana envolvió el sagrado cuerpo, rico de sangre viva y postmortal; sangre ya coagulada, la primera, y sangre ya seca, en parte, la segunda.
Bueno, por las leyes bioquímicas de la coagulación de la sangre, y de la fibrinólisis, podemos hoy preguntarnos si la morfología de aquella sangre, visible en la Sábana Santa, refleja las leyes conocidas de la coagulación, y si las 36 horas aproximadas de contacto de la sábana con el cadáver, han sido suficientes para hacer verificar, en aquellas circunstancias ambientales, el fenómeno de fibrinólisis, como se puede observar en la Sábana Santa.
Se trata, de hecho, de una documentación que no podía pasar por la mente de un falsificador hipotético, siendo el fenómeno de coagulación y consecuente calcomanía sobre la tela, irrepetible con el pincel, respetando, como en el caso, la morfología de la sangre coagulada o cuajada.
Así es como se presentan las huellas de sangre viva y coagulada en la Sábana Santa en las fotos auténticas.

un dique más espeso mientras en el interior de la misma,
el plasma, se presenta más desteñido, según su naturaleza.
Por la sangre postmortal, documentada en la Sabana Santa, sobretodo en la herida del costado, y la salida de la misma en la zona de los riñones, y, en parte, en la planta de los pies, nos encontramos frente a una sangre seca, que respeta la morfología de la sangre de un cadáver, engrumecido en proceso y que, a diferencia de la sangre viva coagulada muestra los grumos rodeados de un líquido seroso.
Hasta tal punto que la Sábana Santa puede ser llamada a testimoniar del fenómeno de fibrinólisis.
Cuando ocurre esto, en efecto, sigue leyes precisas, ritmadas con el tiempo de contacto, de modo que si no pasa aquel número X de horas, la calcomanía sobre la sábana no se produce o se produce de forma rudimentaria, mientras que si se supera ese número de horas, los arroyos de sangre calcados manchan la sábana por el ablandamiento excesivo de la fibrina. Este proceso está documentado (2).
Ahora hay que decir que la sábana en contacto con el cuerpo desnudo y herido del Hombre de la Sábana Santa demuestra que el proceso de fibrinólisis se detuvo, si las huellas son, en la opinión de los expertos, típicas huellas de sangre viva coagulada o sangre postmortal seca, perfectamente calcadas y delineadas en su morfología específica.

(2) Los primeros experimentos se remontan a Mignon. Recientes descubrimientos en torno a la licuefacción de coágulos de sangre en condiciones particulares, pueden hacer luz sobre este tema. El Dr. Black escribe: "El fenómeno de fibrinólisis en sujetos sometidos a un estrés salvaje, está ahora bien documentado. Los grumos formados sobre la piel antes de la muerte, pueden fácilmente ir sujetos a la fibrinólisis después de la muerte, sea por razón de la accion del tejido fibrinolítico o por razón de una acción bacteriana. Los grumos emblandecidos por la fibrinólisis pueden ser absorbidos por el lino, y se pueden realizar experimentos para determinar su morfología (Dr. D. Willis in « Did He die on the Cross? » -
Si este proceso no sufrió las consecuencias extremas tenía que ser por una causa justificada. Las hipótesis que se plantean al efecto son dos:
1 º - Que el cuerpo ha sido robado después de haberlo despojado de nuevo;
2 º - Que el cuerpo después aquel número de horas, se haya desatado por su propio poder, dejando a la ciencia biológica del siglo XX el privilegio de revelar el secreto que parece escondido en esa sábana santa. El secreto podría estar íntimamente relacionado con el hecho misterioso más grande de la historia humana: la resurrección de Cristo.
La primera hipótesis, la del robo, fue creada con el sonido de las monedas por los Sinedritas, y no ha encontrado ningún seguidor entre los primeros testigos auténticos de Cristo resucitado y en la primera tradición apostólica y post-apostólica, mientras los sudarios, encontrados bien doblados y separados en la madrugada del domingo por los primeros inspectores oficiales, Pedro y Juan, nos deberían hacer suponer un robo del cuerpo nuevamente despojado! ... cosa inconcebible para la mentalidad judía corriente, que consideraba "impuro legalmente" a quien había tenido o simplemente tocado una sábana que pertenecía a un cadáver (3), y en contradicción con la ley de Roma, que castigaba con la muerte, a los violadores de tumbas (4) .
En el caso hipotético el examen bioquímico de la fibrinólisis debería confirmar que los ladrones habrían arrancado del santo cuerpo la Sábana Santa después un número X de horas de contacto con ella misma.
(3) "Aquí immundum tetigerit super Mortu, vesperum immundus usque ad" (Lev 22,4-6).
(4) En este caso los violadores de aquella tumba habrían sido los "amigos" de Jesús, por la confesión de los Sinedrinos. No, se piensa que los amigos de Jesús en el momento de los hechos no tenían la menor idea acerca de la resurrección. Fue sólo después de las numerosas apariciones de Jesús (2 en el Cenáculo con las puertas cerradas, sobre el lago, etc.) cuando ellos fueron confirmados en la fe, e hicieron de este hecho histórico, por ellos controlado, el núcleo central de la predicación y de la fundación de la Iglesia. Desde las apariciones en el Cenáculo, con las puertas cerradas, entendieron de alguna manera la naturaleza misma del cuerpo glorificado.
El robo, en su caso, hubiera sido una empresa demasiado arriesgada y desproporcionada con el objetivo perseguido, les decir, hacer creer en una resurrección en la que ellos mismos aún no creían.
Ninguno de los discípulos de Cristo fue retenido como "violador" de esta tumba, bien custodiada por los guardias del templo, que no habrían dudado en encarcelarlos y dar la noticia al Sanedrín, de que los valientes (!) violadores se habían acercado a mover la pesada piedra, bloqueada con barras de hierro, sellada en la roca misma donde se excavó la cueva.
De qué ánimo han dado prueba todos los Apóstoles antes y después la pasión del Maestro, tenemos un testimonio válido en el Evangelio (Juan 20,19, Mt 26,56, Mc 14,50).
Por otra parte, con los soldados en la tumba desde el sábado por la noche hasta la mañana del domingo está documentado por los Evangelistas; por eso, el robo, si existió, hubiera sucedido antes de que fuera sellada la piedra, es decir, en la noche del sábado, al atardecer. Pero esto es inconcebible, habiendo tenido que comprobar la presencia del cadáver antes de colocar los sellos.
Por otra parte las pocas horas que pasaron desde la colocación de los sellos (sábado por la noche) y el hecho de la resurrección (madrugada del domingo, pocas horas después), excluye una negligencia de los soldados en la custodia del santo sepulcro y la consecuente historia de los ladrones.
Esta fue inventada por los interesados Sanedritas tras la huida de los soldados, asustados por los acontecimientos; a menos que concluir que la operación del robo se llevó a cabo dentro de la tumba con la piedra aun sellada a la entrada de la misma y bajo la mirada de los guardias del templo!
Si después se quiere pensar en una negligencia grave de los Sanedritas (también ésta inconcebible), que no habrían controlado la presencia del cadáver de Jesús en el momento de colocar los sellos en la piedra ya rodada en la noche del viernes por José de Arimatea, dueño de la tumba, se habría de concluir que el robo se llevó a cabo (si se llevó a cabo!) durante el descanso del sábado (!) o, a lo sumo, al final del mismo, al atardecer del sábado, cuando los Sanedritas, convocados de urgencia, trataban con Pilatos la cuestión de los guardias a poner junto al sepulcro.
Necesitarían pasar muchas horas (si el robo fue de sábado), o por lo menos de 8 o 9 horas (si el robo se produjo al final del descanso del sábado) el período de contacto de la sabana con el santo cuerpo (siempre suponiendo que los ladrones han perdido un tiempo precioso para desnudar el cuerpo y con cuidado doblar los lienzos, con el riesgo de ser descubiertos y castigados duramente, como argumentan Eusebio y los primeros Padres). En este caso, el examen de la fibrinólisis debería comprobar esta reducción de horas preciosas del contacto con la Sábana Santa.
Quedaría otra hipotesis: la del cuerpo robado con toda la Sábana Santa. En esto caso, o las partes de la Sábana Santa en contacto con las heridas, por los movimientos inevitables, se habrían separado de las mismas, y luego interrumpido el proceso de fibrinólisis - y volvemos a la hipótesis de antes - o en el caso contrario (permaneciendo aun la sábana en contacto con la sangre), aumentarían en gran número las horas de contacto y la forma de las huellas habría inexorablemente sufrido las consecuencias extremas de las manchas de sangre en contacto con la sábana, lo que se excluye de la Sábana Santa de Turín.
Tampoco vale en este caso, refugiarse en lal hipótesis de la teología judía, recientemente invocada, con ocasión del descubrimiento de los restos de Juan de Ezequiel, que a decir de Jesús, como Moisés, habría sido enterrado en un lugar oculto y desconocido para todos, y su cuerpo jamás se habría podido encontrar
Un modo poco elegante, en verdad, para continuar la controversia del cuerpo de Jesús robado por los discípulos (y después enterrado en secreto por ellos) que, en este caso, no admitiría ninguna seguridad para la autenticidad de la Sábana Santa, habiendo tenido ésta que seguir la suerte de ese cadáver.
Pero contra esta hipótesis tenemos el testimonio de Juan que nos dice que los lienzos sepulcrales fueron encontrados bien doblados y separados del sudario (también éste bien doblado) sobre la mesa sepulcral, en el amanecer del Domingo de Resurrección; esto excluye otra Sábana Santa, ligada a otras hipótesis, como fruto combinado de demasiadas contradicciones absurdas, negadas por los Evangelistas y por la tradición patrística.
Pero, a pesar de todo, la Sábana Santa está ahí, con su inconfundible huella de negativo fotográfico, con las características morfológicas de las huellas sangrientas, que sólo la moderna ciencia bioquímica ha descubierto, características declaradas inimitables por el pincel del más experimentado médico de hoy; huellas de color carmesí - malva pálido, que solo experimentos recientes han demostrado posible por la presencia de áloe y mirra en el tejido, mientras comúnmente la sangre empapada de un paño pierde, con el tiempo, completamente su color para ponerse de sepia desvanecida.
Ahí está la Sábana Santa con sus huellas, impregnadas por de algunos productos químicos (como la aloína), que en conjunto hacen aflorar de esa sábana funeraria la imagen conmovedora de un hombre condenado a la muerte de cruz, con clavos, precedida de una típica flagelación, de una singularísima coronación de espinas, golpeado, para comprobar su muerte con una lanzada en el hemitórax derecho y que quedó con la cabeza caída, incluso en la tumba, como sucedió sólo con el Jesús de los Evangelios.
La huella de la cara, después, es verdaderamente singular: su belleza renacentista, revelada por primera vez desde la placa fotográfica del 1898, no era cierto concebible para ser ejecutada negativamente con un pincel de un presunto pintor en una época anterior al descubrimiento de la fotografía.
Todo esto tiene el valor de un testimonio escrito con letras de sangre en esa sábana funeraria que envolvió cerca de 36 horas el cuerpo del Hombre de la Sábana Santa; testimonio relacionado indirecta, pero válidamente, al único milagro, el más estrepitoso, operado por Jesús en su favor y en cumplimiento de su solemne afirmación: "Por esto el Padre me ama porque doy mi vida para tomarla de nuevo, nadie me la quita, sino que yo la doy por mí mismo, y soy dueño de de darla y de tomarla de nuevo. Este es el mandamiento que he recibido del Padre". (Gv.10,17-18)
- Sindólogo -
Traducción de Mauro Bertini y Joaquín Martínez

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