JESUS ENSÉÑANOS A ORAR
Señor Jesús, Orante y Maestro,
henos aquí: somos tu Pueblo, tu rebaño,
los herederos de tu plegaria.
Nuestros ojos, nuestro pensamiento, nuestro corazón
están vueltos enteramente hacia Ti:
queremos verte orar,
para imitar, con amorosa atención,
tus gestos, tus modos, tus lugares y tus tiempos;
tus palabras, tus silencios: ¡tu Oración, Señor!
Sabemos que sólo en Ti está la Fuente viva de la Plegaria.
¿A quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de Oración viva.
¡Enséñanos a orar! A hacer de la oración experiencia de Amor.
Tus brazos en alto son el Camino de nuestra súplica.
Tú Corazón, el Árbol frondoso donde anidan nuestros rezos;
Tú eres la Vid donde injertamos
el tembloroso Abbá que gime el Espíritu.
Tus ojos fijos en el Padre que nada te niega
y tus manos abiertas en confiada súplica de Niño,
son, Jesús, la Escuela de nuestra oración de hijos.
Entre el atrio de nuestras inquietudes más externas,
y el altar de nuestro herido corazón:
llora Tú, Sacerdote Eterno, dentro de nosotros presente,
por los que vivimos lejos del Amor del Padre.
Señor, enséñanos a orar; pero más aún:
enséñanos a dejarte orar a Ti en nosotros.
Que tu plegaria fluya por nuestro cauce interior
y transforme el estéril arenal de nuestra seca oración
en el regado paraíso del trato de amistad.
Tú, Amigo y Señor, Hermano y Dios,
Maestro y Modelo,
siempre vivo para interceder,
que vives y reinas y oras,
por los siglos de los siglos.
Amén