
DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Evangelio: Juan 20, 19-31
- «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
- «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. »
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

En nuestro mundo hoy la paz está muy amenazada y violentada, desde la violencia imperante en la vida familiar y en la inseguridad ciudadana, particularmente en las periferias de marginación de nuestras sociedades, hasta la violencia estructural y silenciosa, pero verdaderamente mortífera, que genera, desde la desigualdad y la injusticia, carestías, hambrunas y todas las consecuencias de la gran crisis económica
Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Jesús resucitado toma la iniciativa. Tiene la vida y la quiere dar. Todo es gracia. El que nos fascinó por su bondad y compasión, ahora está dentro de nosotros, invitándonos a la vida. Sopla sobre nosotros su Espíritu, el que hace posible la creación nueva. Nos quiere felices.
No seas incrédulo sino creyente. La incredulidad, gracias a Jesús, también es espacio para la fe y apertura a la Palabra que enamora.
No seas incrédulo, sino creyente. Estas palabras de Jesús recuerdan a Tomás que el misterio de la cruz no era el final del camino. Si hace falta fe para aceptar la muerte de Jesús, es preciso mantenerla y avivarla para aceptar su resurrección.
¡Señor mío, Dios mío! La muerte de Jesús en la cruz golpeó la fe de sus discípulos, pero no la destruyó. Con casi nada, el Espíritu hace una nueva creación. El que no creía, ahora cree con una fe nueva y manifiesta su fe en medio de los hermanos. Vive la Pascua, porque pasa a la Vida; está dispuesto a abrazar a los pobres con la compasión y la ternura, como hacía Jesús. Creo en ti, Jesús crucificado.
¡Señor mío y Dios mío! La respuesta de Tomás refleja la confesión de la fe de todos los cristianos. Las palabras y las acciones de Jesús revelaban ya su dignidad y su misión. Pero el misterio de su muerte y resurrección nos empuja a confesar su señorío y su divinidad.
Dichosos los que crean sin haber visto. Con esas última bienaventuranza del evangelio, Jesús constituye a Tomás en el primer eslabón de una larga cadena. Los que le seguimos en la fila apoyamos nuestra fe en la fe de los que han visto al Señor resucitado.
Jesús, acojo tu luz en mi corazón. Te hago sitio en mi pequeñez. Me alegro contigo.
Señor Jesús, entra en nuestros corazones, aunque a veces tengamos las puertas interiores bien cerradas por miedo a que nos hieran. Te pedimos que tu Presencia nos produzca gozo interior. Haz que en ese contacto contigo podamos oír de ti: Dichoso tú que sin ver cosas maravillosas, te fías de Mí.
Albina Moreno
NADA TE TURBE