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Domingo 30 de Octubre: Lucas 19,1-10Zaqueo recibió a Jesús en su corazón. ¿Qué pasó en el corazón de Zaqueo para que se produjera en él un cambio tan radical que estuviera dispuesto a dar la mitad de sus bienes a los necesitados? Pues, simplemente que le inundó el amor misericordioso de Jesús. Zaqueo recibió a Jesús en su corazón. Así lo explica San Agustín en el comentario de este evangelio: El Señor, que había recibido a Zaqueo en su corazón se dignó ser recibido en casa de él. Le dice: Zaqueo, apresúrate a bajar, pues conviene que yo me quede en tu casa (Lc 19,5). Gran dicha consideraba él ver a Cristo. Quien tenía por grande e inefable dicha el verle pasar, mereció inmediatamente tenerle en casa. Se infunde la gracia, actúa la fe por medio del amor, se recibe en casa a Cristo, que habitaba ya en el corazón.
Zaqueo dice a Cristo: Señor, daré la mitad de mis bienes a los pobres, y
si a alguien he defraudado le devolveré el cuádruplo (Lc 19,8). Como si
dijera: «Me quedo con la otra mitad, no para poseerla, sino para tener
con qué restituir». He aquí, en verdad, en qué consiste recibir a Jesús,
recibirle en el corazón. Allí, en efecto, estaba Cristo; estaba en
Zaqueo, y por su inspiración se decía a sí mismo lo que escuchaba de su
boca. Es lo que dice el Apóstol: Que Cristo habite en vuestros corazones
por la fe (Ef 3,17).
Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Creíamos
que éramos nosotros quienes buscábamos a Jesús y era Él quien nos
buscaba. Queríamos mirarle y era Él quien estaba mirando nuestra
pequeñez. Solo pretendíamos ver pasar a Jesús y es Él quien nos saca del
anonimato y quiere alojarse en nuestra casa. Para Él es más importante
convivir con nosotros, ser nuestro amigo, que convertir nuestra vida
desde fuera. Jesús busca el encuentro. Nos llama por nuestro nombre. No
mira nuestro pasado, mira nuestra belleza olvidada y la saca a la luz.
Somos únicos para Jesús, nos ama a pesar de todo. Así es Él, hasta ahí
llega su amor. No esperábamos tanto.
COMO ZAQUEO, SEÑOR
Quiero ser pequeño, para luego,
ver y comprobar que Tú eres lo más grande
Quiero sentir mi pecado y mi debilidad
para, luego, gustar que Tú eres la santidad y la gracia,
la vida y la verdad, altura de miras hontanar de bondad.COMO ZAQUEO, SEÑOR
Quiero ascender al árbol de la oración
y, agarrado a sus ramas, saber que tú en ella
me tiendes la mano y me acompañas
me proteges y, al oído, siempre me hablas
me auxilias, y en mis caminos,
me alumbras con la luz de tu Verdad.
COMO ZAQUEO, SEÑOR
A veces me siento pecador y egoísta
usurero y con afán de riquezas.
Por eso, Señor, como Zaqueo
quiero ser grande en aquello que son pequeño
y, diminuto, en aquello que soy gigante.
¿ME AYUDARÁS, SEÑOR?
No pases de largo, Jesús mío.
Que son muchos los tropiezos
los que de saltar para llegarme hasta tu encuentro
Que son incontables los intereses y, a veces las personas,
que me impiden darme el abrazo contigo
COMO ZAQUEO, SEÑOR
En la noche oscura de mi alma
haz que nunca me falte un árbol donde remontarme
Una rama donde agarrarme
Un tronco donde apoyarme para que, cuando pases,
aunque, por mi cobardía, no te diga nada
Tú, Señor, me digas
¡en tu casa quiero yo hospedarme!