
VIVIR EN EL MISTERIO DE LA TRINIDADComo un sello en el corazón. Bautizados en su nombre, en su nombre adentrados en la Eucaristía, acompañados por El en la realización de los proyectos del reino, los orantes estamos llamados a vivir este gran don de comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestros corazones.
Parecerse a Dios. Sólo el que vive la caridad puede entender la Trinidad y parecerse a ella (San Agustín). La donación total de las Tres Personas, su plena generosidad, es una hermosa lección para nosotros, tan dados a desear y defender nuestra propiedad, incluido el amor.
Artesanos de unidad. El Dios Uno y Trino es comunión de amor, y se da
creando unidad y alentando en el mundo estructuras de comunión y de
diálogo de pensamientos, palabras y corazones... Al ser en sí mismo vida
y amor, es para nosotros y en nosotros para todos fuente de vida y de
amor. Sin experiencia de la Trinidad no habrá iglesia, ni familia, ni
comunidad: que todos sean uno...en nosotros (Jn 17,21).

ORACION A LA TRINIDAD, de la Beata Isabel.
¡Oh,
Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme totalmente de mí
para esta establecerme en ti, inmóvil y tranquila como si mi alma
viviera ya en la eternidad. Que nada pueda alterar mi paz, ni apartarme
de Ti, oh, mi Inmutable, sino que, cada momento de mi vida, me sumerja
más profundamente en tu divino Misterio.
Pacifica mi alma. Haz de
ella tu cielo, tu morada predilecta, el lugar de tu descanso. Que nunca
te deje solo sino que, vivificada por la fe, permanezca con todo mi ser
en tu compañía, en completa adoración y entregada, sin reservas, a tu
acción creadora.
¡Oh, mi Cristo adorado, crucificado por amor!
Quisiera ser una esposa para tu corazón. Quisiera glorificarte y
amarte... hasta morir de amor.
Pero reconozco mi impotencia. Por eso, te
pido que me revistas de Ti mismo, que identifiques mi alma con todos
los sentimientos de tu alma, que me sumerjas en Ti y que me invadas;
que, tu ser sustituya mi ser para que mi vida sea solamente una
irradiación de tu propia vida. Ven a mi como Adorador, como Reparador y
como Salvador.
¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero
pasar mi vida escuchándote. Quiero permanecer atenta a tus inspiraciones
para que seas mi único Maestro. Quiero vivir siempre en tu presencia y
morar bajo tu luz infinita, a través de todas las noches, vacíos y
fragilidades.
¡Oh, mi Astro querido! Ilumíname con tu esplendor fulgurante de tal modo que ya no pueda apartarme de tu divina irradiación.
¡Oh,
Fuego abrasador, Espíritu de amor!, desciende a mí para que se realice
en mi alma como una encarnación del Verbo. Que yo sea para Él una
humanidad suplementaria donde renueve su misterio. Y, Tú, ¡oh Padre!,
protege a tu pobre y débil criatura. Cúbrela con tu sombra. Contempla
solamente en ella a tu Hijo muy amado, en quien has puesto tu
complacencia.
¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad
infinita, Inmensidad donde me pierdo! Me entrego a Tí como víctima.
Sumérgete en mi para que yo quede inmersa en Tí, en espera de ir a
contemplar en Tu luz, el abismo de toda tu grandeza.