PENTECOSTÉS
Estamos solos y tú, Espíritu Santo, orientas nuestra mirada hacia Jesús, que pone en medio de nosotros su gratuidad amorosa. Somos distintos y, a menudo distantes, pero tú haces que nos abrace a todos la paz de Jesús y surja, embellecida, la Iglesia como un signo de compasión y de ternura.
Estamos decaídos y tú, Espíritu Santo, nos levantas, nos sacas fuera, a la calle, y nos empujas con tu viento a crear una nueva humanidad.
Tú nos regalas gestos sencillos y palabras de verdad para el camino. Te inventas caminos samaritanos para curar las heridas de los que sufren. Cuando todo parece perdido, tú abres caminos de esperanza. ¡Ven, Espíritu Santo!
Espíritu Santo, vienes tú, dulce huésped del alma, y pones en nuestros labios el nombre de Jesús. Eres esa fuerza íntima en lo más hondo de nuestro ser que nos abre, como testigos, a todos los pueblos.
Desde Él y con Él, con el Espíritu Santo, nos llenamos de la piedad de Dios. No podemos vivir huérfanos, aislados de su presencia. Con la oración sentimos que el Espíritu Santo nos hace escalar a las cimas más altas de la perfección cristiana: ¡estar y vivir con Dios! Sin este auxilio del Espíritu Santo nos faltaría identidad en nuestras acciones, luz en nuestros caminos y claridad en nuestro apostolado.
CON TU ESPIRÍTU SANTO, SEÑOR
Gritaré que, el Amor con mayúsculas tiene un nombre: ¡Padre!
Que El me acompaña desde la eternidad y que, un día como a Ti Jesús,
me aguarda para darme un abrazo de fiesta y definitivo
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
la fuerza que tus Palabras han dejado por el camino de mi vida,
la ilusión de haberte conocido animándome en mi tristeza,
levantándome en mis caídas y dándome Vida
donde yo sólo creía hallar la muerte
CON TU ESPÍRITU SANTO, SEÑOR
que, en tu Iglesia, me siento llamado a dar y recibir
dones y carismas, caridad y alegría,
perdón y humildad, comprensión y compañía.
Iluminaré las entrañas de mi corazón, y luego,
llevaré esa luz a los que se hallan en tinieblas
a los que, hace poco o mucho tiempo,
dejaron de respirar el oxígeno de tu Santo Espíritu
sumergiéndose en una atmósfera sin sentido
Avanzaré, sin echar la mirada hacia atrás
(Javier Leoz)