
Tocar el cielo, ascender,
es una aspiración de todo ser humano.
Ascender es bajar, increíble paradoja, que nos invita a ser servidores, a entregarnos, a defender la vida de los más pequeños, a ser personas para los demás, y eso es crecer.
Es esto lo que permite al hombre ser distinto y superar la pesadez de una vida anclada en la tierra y en el fango, es lo que le permite mirar al cielo, volar
La Ascensión completa la Resurrección, Jesús culmina su proceso, viene del Padre y vuelve al Padre, viene del amor y vuelve al amor, nos muestra el camino del Hombre Nuevo, para llegar un día al Reino.

A completar aquello para lo que fuimos creados, ser imágenes de Dios, en esta peregrinación que consiste en volver a la casa del Padre, ir más allá de nuestra carne y trascenderse.
En la Ascensión descubrimos la culminación de la vida humana, la total transformación de nuestra condición de hombres, para abrirnos a la luz de la trascendencia.

Dice la lectura de los Hechos: Juan bautizó con agua, dentro de pocos días seréis bautizados con Espíritu Santo, aprendamos de Juan a decrecer para que Él crezca y de tantas personas que olvidándose de sí, se entregan a los demás y a este hermoso proyecto que es el reinado de Dios y la gloria del ser humano.
Para subir, antes hemos tenido que bajar: que él nos de la sabiduría y la revelación para conocerlo, ilumine los ojos de nuestros corazones, para comprender la esperanza a la que nos llama, la riqueza de su gloria y su extraordinaria grandeza.
ALBINA MORENO
