
Domingo 4º de Cuaresma Evangelio: Juan 9,1-41
Curación del ciego de nacimiento

Como curó al ciego con el barro y el agua, con el signo y la palabra, nos cura ahora a nosotros para que podamos realizar las obras del día. Orar es dejar que Jesús realice en nosotros una nueva creación. Sumergidos en al agua de Jesús, alcanzados por su luz, nos convertimos en hijos del Padre, que es luz de luz.
Aquí estoy, Señor, como el ciego del camino.
Pasas a mi lado y no te veo.
Tengo los ojos cerrados a la luz
y no puedo verte.

Pero al sentir tus pasos, al oír tu voz,
siento en mí como un manantial que nace,
que grita por ti.
Te necesito, Señor.
¡Me ciegan tantas cosas!
Señor, ábreme los ojos a tu vida.
Quiero ver tu rostro con ojos limpios.
Quiero abrir mis ojos a la luz de tu Evangelio.
Quiero mirar la vida de frente y con sentido.
Quiero que la fe sea antorcha en mi camino.

Quiero verte y quiero aprender
que la vida, el dolor y la muerte,
sin tu luz son caos.
Quiero ver en cada persona un hermano.
Quiero abrir los ojos a mí mismo,
y ver dentro de mi vida.
Quiero poner mis ojos en las cosas de cada día
y buscar en ellas tu huella.

Señor Jesús, ayúdame a ver.
Limpia mi corazón de lo sucio
para que pueda ver desde dentro.
Como el ciego del camino,
como el ciego, así te busco.
Toca mis ojos con tus dedos
y ábrelos a la luz.
Entonces, Señor,
podré decirte: Creo, Señor
y mi camino tendrá rumbo.
¡Gracias, Señor!
Albina Moreno
