
Evangelio del domingo, 3 de julio de 2016
Evangelio: Lucas 10, 1-12. 17-20
Lo más importante es llevar al Señor en nosotros y que así el Señor llegue a los demás. De allí que debemos llenarnos de Él.

La oración y los Sacramentos nos van haciendo instrumentos dóciles en las manos del Señor, para que Él pueda actuar a través de nosotros.
Así como a los 72, Jesús nos envía hoy a nosotros, a todos los que queramos seguirle.
Ese envío está incluido en esas gracias de salvación que nos da constantemente.
Nos envía, y nos equipa. Y nos instruye. Y nos dice qué hacer y qué decir.
Y debemos alegrarnos, no porque los demonios puedan sometérsenos, sino porque nuestros nombres están escritos en el Cielo.

La oración es un manantial de agua pura y permanente, vital para que el Reino sea nuestra pasión y nuestra vida.
La oración es indispensable para escuchar la llamada a la misión y para mantener vivo el diálogo de amor con Jesús, que es quien nos envía.
No es posible decir que Dios está cerca si no nos acercamos a las personas. Lo único que un ser humano necesita saber es que Dios está cerca y que le ama.
Lo que tienen que saber los pobres, los enfermos, los necesitados de liberación, es que Dios está cerca y está desbordante de compasión y ternura para todos.
El Evangelio, proclamado con sencillez y con valentía, tiene dentro de sí la fuerza de salvación.

Reflejo de tu amor, valor y de tu paz
Llevando al mundo esperanza
e ilusiones a los hombres que no la tienen
Aportando coraje donde exista debilidad
y caridad donde surja la pobreza
Tu Reino, donde reine la injusticia
y tu vida, donde hable demasiado la muerte
¡Ayúdanos, Señor, a ponernos en camino!
Sin más amparo que el ancho cielo
Sin más apoyo que tu Espíritu
Sin más riqueza que la Eucaristía
Sin más aliento que tu Palabra
