Evangelio del Domingo Lucas 10,25-37 El amor es la verdad más honda, la que Dios, al mirarnos, ha dejado dibujada en nuestro corazón. Amar es lo más nuestro, nuestra verdad más verdadera, el examen que nos harán a la tarde de la vida. Y lo que Dios ha unido: amar a Dios en el corazón del prójimo y amar al prójimo con el corazón de Dios, que no lo separe nuestro yo egoísta.
Al rezar el Yo confieso, reconocemJesús, descentra
la mirada del yo y nos invita a mirar a los heridos del camino. Detener
nuestra mirada en ellos es mirar a Jesús. Mirar compasivamente a los que
sufren, eso es creer, eso es orar. Siempre habrá cerca algún apaleado,
que nos descubrirá la verdad o mentira de nuestra fe; no hay mejor
crisol para probarnos.
"Nunca dejemos que alguien se acerque a nosotros y no se vaya mejor y más feliz (Teresa de Calcuta).
os ante Dios y la comunidad que hemos
pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión. Y una de las modalidades
más frecuentes del pecado de omisión es dejar de hacer el bien a las
personas necesitadas. Que nuestra reflexión sobre la parábola del buen
samaritano, de la compasión o del prójimo, nos confronte y nos impulse a
no pasar de largo ante tantos hombres y mujeres que sufren los efectos
de la injusticia social y de todas las demás formas de la violencia,
para que apliquemos así lo que dice una conocida canción
latinoamericana: Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea
indiferente, / que la reseca muerte no me encuentre / vacío y solo sin
haber hecho lo suficiente.-