
EVANGELIO DEL DOMINGO: Juan 2,1-11
María, la madre de Jesús, la madre de la misericordia, mira con atención la vida, mira la vida con los ojos de Jesús.
¿Qué hacer ante esto? Lo que hizo María: mirar, mirar y amar; mirar a Jesús. Saber mirar es saber amar. María orienta nuestra mirada hacia Jesús, que es la fuerza salvadora que necesita nuestra vida.
Jesús le contestó: Mujer; déjame, todavía no ha llegado mi hora.
Con su intercesión adelanta la hora de Jesús. Sabe que Jesús no nos abandonará en la debilidad.
Su madre dijo a los sirvientes: Haced lo que él os diga.
María empuja a la humanidad a hacer una opción de fe en Jesús. Sabe por experiencia quién es Jesús y cuál la plenitud de vida que trae.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía.
¡Jesús es el autor de un signo tan prodigioso! En Él está la vida. Con Él todo cambia. Ya no podemos vivir como antes. Jesús es una fiesta que da plenitud a nuestro deseo de felicidad total.
Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.
Crece Jesús en nuestro corazón. Cuando comienza la fe de los discípulos, ahí, siempre, está María.
QUE SEA YO BUEN VINO, SEÑOR
Que ponga palabra oportuna
allá donde se desarrolle el desconcierto
Que irradie música y alegría
cuando brote el escenario de la tristeza y la angustia
QUE SEA YO BUEN VINO, SEÑOR
Que hable de Ti y de tus hazañas
aún en medio de incomprensiones y vacíos
Que lleve la esperanza y el optimismo
a un mundo que llora perdido
Que cargue las tinajas de los corazones de las personas
con tu Palabra que todo lo colma y satisface
Que convierta el vinagre de muchas historias
en el dulce vino de tu fraternidad y de tu Evangelio
QUE SEA YO BUEN VINO, SEÑOR
Que, con María, también abra los ojos
y descubra los sufrimientos y la escasez
el fracaso y tanto aguafiestas
que abortan el espíritu festivo de la humanidad
el anhelo de fraternidad de este mundo.
QUE SEA YO BUEN VINO, SEÑOR
Y sepa darte gloria, por mis obras
Y sepa bendecirte, por tanto signo que realizas
Y sepa agradecerte, por tantos dones que regalas
Y sepa alabarte, por salir al encuentro del hombre
Gracias, Señor,
tu vino (el único, el mejor y el más auténtico)
alegra la mesa de toda nuestra vida.
Que en este Año de la Misericordia,
como buen vino,
sea capaz de ofrecer tu Palabra con mi voz
tu presencia, en mi entrega
tu fortaleza, con mi testimonio
tu amor, a través de mi caridad
tu corazón, por mi comprensión
tu reino, en mi forma de entender y de vivir la vida
Amén