
EL ROSARIO ES ESCUELA DE CONTEMPLACIÓN Y DE SILENCIO
En realidad, esta cadenciosa repetición del avemaría no turba el silencio interior, sino que lo requiere y lo alimenta.
De forma análoga a lo que sucede con los Salmos cuando se reza la liturgia de las Horas, el silencio aflora a través de las palabras y las frases, no como un vacío, sino como una presencia de sentido últimos que trasciende las palabras mismas y juntamente con ellas habla al corazón.
Benedicto XVI

Al rezar las avemarías es necesario poner atención para que nuestras voces no cubran la de Dios, el cual siempre habla a través del silencio, como el susurro de una brisa suave (1 Re 19, 12). ¡Qué importante es, entonces, cuidar este silencio lleno de Dios, tanto en el rezo personal como en el comunitario! También cuando lo rezan, ciba el rosario como oración contemplativa, y esto no puede suceder si falta un clima de silencio interior.

La primera parte del avemaría, tomada también del Evangelio, nos hace volver a escuchar cada vez las palabras con que Dios se dirigió a la Virgen mediante el ángel, y las palabras de bendición de su prima Isabel. La segunda parte del avemaría resuena como la respuesta de los hijos que, dirigiéndose suplicantes a su Madre, no hacen sino expresar su propia adhesión al plan salvífico revelado por Dios.
Así el pensamiento de quien reza está siempre anclado en la Escritura y en los misterios que en ella se presentan.
Benedicto XVI, meditación en el Pontificio Santuario de Pompeya, 19 de octubre de 2008