
24 Domingo tiempo ordinario -
Lectura Evangelio Marcos 8,27-35
Una pregunta, muy directa y personal de Jesús, nos interpela.
Si lo que decimos de Jesús está lejos de su manera de pensar y de vivir, ¿de qué sirven las palabras, por muy bellas que éstas sean? Si decimos que es Amado y no le amamos, si decimos que es Señor y no está en el centro de nuestra vida, entonces necesitamos ir más allá de un espiritualismo desencarnado, más allá de la rutina y la superficialidad, para llegar, como pobres, al terreno del Espíritu. En el encuentro personal con Jesús, en fidelidad al evangelio, descubrimos quién es Él y quiénes somos nosotros. Decir quién es Jesús, es darle la vida
Hoy es el momento para renovar nuestra confianza en Jesús como roca firme.

NO ME PIDAS DEMASIADO, SEÑOR
Porque tengo miedo a perderte si,
en el camino vislumbro piedras y encrucijadas.
Porque, mi vida, a veces cómoda y caprichosa
se mueve más con los impulsos del tic tac del mundo
que con el agua de la fe.

NO ME PIDAS DEMASIADO, SEÑOR
Porque, temo decirte que te amo
Cuando, tal vez, sin quererlo o sabiendo
me amo demasiado a mí mismo
alejándome de ti y de tus mandatos.
Porque, diciéndote que te quiero
me cuesta manifestar públicamente
que, tu camino y mi amistad contigo,
no siempre ha de estar lleno de aplausos
ni reconocido por los poderes del mundo

¡NO ME PIDAS DEMASIADO, SEÑOR!
Digo creo en Ti y miro hacia otro lado
Proclamo espero en Ti y me guío por otras estrellas
Grito eres lo más grande
y te dejo, pequeño e insignificante, con mis obras.
Como Pedro, Señor, yo te digo que tú eres el Hijo de Dios
El que rompe los ruidos de los cañones, con tu paz
El que resquebraja la violencia, con tu fraternidad
El que dinamita el odio, con la fuente de tu amor
Por eso, Señor, no me pidas demasiado.
Pero, ayúdame, a crecer en mi trato contigo
A descubrirte como la fuerza más poderosa
Como el Señor ante otras decenas de señores
Como lo más querido en mi vida y en mi corazón.
Amén
ALBINA MORENO
