
23 Domingo. Evangelio Marcos 7,31-37
Le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, ábrete).
Jesús toca nuestra sordera y nuestra mudez, se mete hasta los sótanos donde llevamos ocultas la miseria, el pecado, la muerte. Solo el encuentro profundo con Él nos cura, nos crea de nuevo, nos llena de alegría. Jesús suelta nuestra lengua para poder decirle nuestro amor.
Jesús, por medio de la cruz, abre a la esperanza todo lo cerrado. No nos quita la pequeñez, pero muestra en ella su amor. El mal sigue ahí, pero Jesús nos da la fuerza para luchar contra todos los males.
Jesús no es una teoría. Su fuerza sanadora nos puede curar. Jesús es agua que riega el corazón, luz dadora de sentido nuevo a lo nuestro. Jesús es la verdad del ser humano, su camino y su vida.
¿Qué hacer para luchar contra la gripe E? (Gripe espiritual)
a) Primero salir de nuestros egoísmos personales. El abrirnos, además de darnos horizontes, nos posibilita un enriquecimiento personal y comunitario. ¿Cómo me encuentro frente a Dios y frente a mis hermanos? ¿Qué actitud presento en palabras y obras?
b) Segundo: tenemos que despertar de nuevo, con ilusión y con entusiasmo, en la alegría de creer y de esperar en Jesús. No podemos dejar que, la mano providente del Señor, salga constantemente a nuestro encuentro. ¿Qué hacemos nosotros? ¿Nos ponemos en disposición de cambio? ¿Estamos dispuestos a ello? Para ello, antes que nada, pedir al Espíritu Santo que nos haga sentir con fuerza la presencia de Dios. Sólo un torrente de agua es capaz de deslizarse con fuerza por las laderas de un monte. Sólo un cristiano tocado por el Señor será capaz de dar testimonio en los precipicios a los que se asoma la humanidad.
c) Tercero: pidamos al Señor, que siempre que nos presentemos ante EL, La peor sordera que existe en el mundo cristiano es precisamente que nos cuesta escuchar mensajes cristianos. Preferimos mundanizar nuestra fe, a que nuestra fe cristianice todo lo que somos, tenemos y decimos.
Que el Señor abra nuestros oídos. Que seamos capaces de percibir su presencia. Que su Palabra sea un río de agua viva. Que, en medio de tantas enfermedades y preocupaciones, la fe sea fuente de salud, de confianza y de esperanza.
Hay muchos intereses y muchos medios empeñados en producir sordera ante todo lo que suena a espiritual. Que seamos capaces de enfrentarnos a ello, limpiándonos una y otra vez el oído que da cobertura a nuestra fe.
albina Moreno