
Se abre la Semana Mayor de la Iglesia
Cristo quiso padecer por nosotros. Dijo el apóstol Pedro: Cristo quiso padecer por ustedes, dejándoles un ejemplo para que sigan sus huellas (1 Ped 2, 21). Te enseñó a padecer y te enseñó padeciendo. Poco era la palabra, sin añadir el ejemplo. Y, ¿cómo enseñó, hermanos? Colgaba de la cruz, los judíos se ensañaban con él, que colgaba de duros clavos, pero no perdía la dulzura. Ellos se ensañaban, ellos ladraban en torno suyo, ellos insultaban al que colgaba. Como a un médico supremo puesto en el centro, rabiosos lo atormentaban por todos lados. Él colgaba y sanaba: Padre dijo -,perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc 23,24). Suplicaba y también colgaba; no descendía, porque iba a hacer de su sangre un medicamento para los rabiosos.

En resumen: porque las palabras del Señor que pedían misericordia eran del mismo que las escuchaba, ya que pedía al Padre y junto con el Padre escuchaba, esas palabras no pudieron pronunciarse inútilmente, y después de su resurrección sanó a aquellos enfermos a quienes toleró expiando
San AGUSTIN

El Amor es crucificado, pero el camino de las bienaventuranzas que Jesús abrió ya nadie lo podrá borrar de esta tierra tan amada por Dios. El Padre nos entrega en el Crucificado su bondad, su compasión y su ternura, para que nosotros dancemos con su música y continuemos el trabajo de nueva creación que Jesús trazó en su Evangelio. Los porqués más hondos del ser humano son curados por la Cruz, Las risas del mal y la injusticia, de la mentira al servicio de los poderosos y de toda violencia con los más débiles, son vencidos por la debilidad crucificada de Jesús. La Cruz es el nuevo rostro de Dios que nos desvela Jesús. Nosotros oramos mirándola con asombro, adorando al Salvador clavado en ella.
Nos quedamos en silencio ante ti, Jesús. Te adoramos.
Albina Moreno
