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La cruz pesa lo mismo
 que el pecado


y Dios cae de amor bajo su peso;
la cruz era mi historia, yo declaro,
y Dios cae vencido por mi cuerpo.
 Jesús cae a la tierra   ¡te adoramos! -
su santo rostro toca nuestro suelo;
los labios que besaron nuestros pies
al polvo que pisamos dan un beso.

 


Mas tanto de humildad y tierra sabe
quien tuvo en un portal su nacimiento,
que ahora Dios caído, Dios por tierra,
está donde eligió tener su puesto.



 ¡Oh Cristo, Creador de cielo y tierra!,
no olvides los prodigios de tus dedos;
si es polvo el corazón y el hombre barro,
de barro son también tus ojos bellos.



 ¡Oh Cristo, oh hermosura que no acaba!,
que donde tocas creas lo perfecto:
tocaste nuestra tierra y nuestro polvo:
convierte en paz y gloria nuestros yerros.



 ¡Bendito tú, Jesús, mi Dios caído,
el Dios de mi verdad y mis consuelos,
bendito tú, belleza que nos sacia,
bendito tú, perenne, vivo, eterno!  Amén.
 Fr. Rufino  Grández, sacerdote

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