4º Domingo de Cuaresma
Evangelio: Lucas 15,11-32
PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO
Un hijo se alejó del cariño del Padre. Le pidió la herencia y se olvidó de él. Pensó que fuera viviría mejor, pero el engaño le llevó a perder la dignidad y la identidad. Esto es el pecado. Pero al Padre no se le terminó el amor; la ausencia del hijo se lo acrecentó.
"Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió, y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.
El hijo, al entrar en el pecado, donde uno no es nada ni merece nada porque lo ha perdido todo, entró en la misericordia entrañable del Padre, donde todo vuelve a ser posible.
Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo Deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.
El hermano mayor no quiere entrar. Quien se cree bueno, clasifica y excluye.
Tal vez el hijo pródigo, está representando a esta sociedad nuestra (caprichosa e independiente) que intenta crearse un futuro sin Dios. Sin más pretensión que un mundo sin valores eternos o sin referencia a un Absoluto. ¿Es bueno? Creo, sinceramente, que no. En todo caso, la autodestrucción del hombre a manos del propio hombre, se acelera cuando nos alejamos del corazón de Dios.
ALBINA MORENO