
2° Domingo de Quaresma
La oración de Jesús es una alegría, un milagro de luz, un diálogo de amor, una experiencia de comunión. En Jesús se hace visible el corazón del Padre, su energía de vida, su perdón más allá de los límites, su amor loco por nosotros. Ahí nos quiere meter Jesús: en su misterio de Hijo que ora al Padre.
Nos invita a una experiencia fuerte de oración, para ver las cosas de otra manera. La oración ha sido siempre para Él la gran estrategia para encontrarse con el amor de su Abbá. A la luz de la oración ha discernido su vida abriéndose camino en medio de las dificultades.

TRANSFIGURAME, SEÑOR
Con tu gracia, para entender tu muerte
Con tu poder, para contemplar tu rostro
Con tu majestad, para adorarte como Rey
Sí, Señor; transfigúrame con tu presencia
porque, en muchas ocasiones,
temo sólo verte como hombre y no como Dios
Sí, Señor; transfigúrame con tu mirada
porque, en el duro camino, tengo miedo a perderte
a no distinguirte en las colinas donde no alcanza mi vista
Sí, Señor; transfigúrame con tu amor
y, entonces, comprenda lo mucho que me quieres:
que me amas, hasta el extremo
que me amas, hasta dar tu vida por mí
que me amas, porque no quieres perderme
que me amas, porque Dios, es la fuente de tanto amor
Sí, Señor; transfigúrame con tu fuerza
porque me siento débil en la lucha
porque prefiero el dulce llano
a la cuesta que acaba la cumbre de tu gloria
Porque, siendo tu amigo como soy
no siempre descubro la gloria que Tú escondes.
Transfigúrame, Señor.
Para que, mi vida como la tuya,
sea un destello que desciende desde el mismo cielo.
Destello con sabor a Dios
Destello con sabor al inmenso amor que Dios me tiene.
Amén.
(Javier Leoz)