
Jesucristo, Rey del universo
- Evangelio: Juan 18,33-37
En esta Solemnidad vemos un Reino esparcido y repartido por los campos. Es un Reino que, con el Rey que lo rige, nos enseña un trono que sin palabras lo dice todo: la cruz.
Un Rey que, sin palabras, lo hace todo con su presencia, su mirada y su testimonio. Cristo Rey, entre otras cosas, nos invita a dar la vuelta un poco al día a día de nuestra existencia.
No podemos decir Tú eres Rey si, a continuación, nosotros no le rendimos nuestras capacidades, no le ofrecemos nuestras habilidades o le negamos nuestra voz en esas situaciones que reclaman nuestro testimonio y nuestro respaldo.

Testigo de la verdad. Así se manifiesta en este momento supremo el que se había identificado como el camino, la verdad y la vida. Revelar la verdad de Dios y la verdad del hombre habría de hacer de él un testigo, es decir un mártir.

Señor Jesús, como los Magos te buscamos como rey. Como Pilato comprendemos que la cruz es tu verdadero trono. Queremos escuchar tu voz y acoger tu palabra para dar testimonio de tu verdad en este mundo nuestro. Bendito seas por siempre, Señor. Amén
Este reino es el don definitivo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es el don madurado desde la creación del mundo (Mt 25,34), en el curso de toda la historia de la salvación. Es don del amor misericordioso.

Jesús y nosotros, cara a cara. Verdad y mentira, frente a frente. El testigo de la verdad, digno de nuestra fe, convocándonos a vivir en la verdad, alentándonos a no engañar en las cosas de Dios. El reino de Jesús, como fuente de nuestra dignidad; su entrega crucificada, como sorprendente manifestación de la realiza del ser humano, de todo ser humano.
La oración es una escuela de verdad. Nos acercamos a Jesús. Nos espera en la cruz. Ahí está su gloria. De su pecho abierto nace la paz para todo con conflicto. Lo miramos detenidamente, aprendiendo lo que es el amor. Bebemos de su fuente. El Espíritu pone en sintonía nuestro deseo hondo de verdad con la verdad limpia de Jesús.
ALBINA MORENO