
El Rosario encierra en sí la fuerza sanadora
del santísimo Nombre de Jesús
No cabe duda de que este es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre, María.

Cuando se reza el rosario, se reviven los momentos importantes y significativos de la historia de la salvación; se recorren las diversas etapas de la misión de Cristo.
Con María, el corazón se orienta hacia el misterio de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de la vida, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades, mediante la contemplación y la meditación de sus santos misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria.

En efecto, cuando se reza el rosario de modo auténtico, no mecánico y superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Encierra en sí la fuerza sanadora del Nombre santísimo de Jesús, invocado con fe y con amor en el centro del avemaría.
Benedicto XVI, palabras al final del rezo del Rosario en la Basílica de Santa María la Mayor, 3 de mayo de 2008
ALBINA MORENO
