Al contrario, cuando te inviten, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga quien te invitó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus ami¬gos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuan¬do resuciten los justos».
A Jesús se llega y se le ve más rápidamente con las gafas de la humildad; cuando somos capaces de confrontarnos a nosotros mismos con valentía y reconociendo equivocaciones o errores. Nuestra postura ante Dios no puede ser de orgullo o autosuficiencia. Alguien con cierta razón sentenció: el orgullo es una lente sucia que nos impide sentir, seguir y vivir a Dios. Lo intuyeron, precisamente por todo lo contrario, María, José, El Bautista y tantos hombres y mujeres de bien que supieron vestir la humildad no por apariencia y sí con el convencimiento de que, ese gran don, era el camino privilegiado para seguir las huellas de Jesús Maestro. Y es que es así; cuando somos gigantes en humildad estamos más cerca de lo auténticamente grande. Es un camino hacia la grandeza de Dios.
Para ver, en la pequeñez, aquello que dices
que es grande al corazón
aunque, a los ojos, parezca miseria.
Para sentir que, tus caminos, son alegría y vida
esfuerzo y superación, valentía y salvación
¡QUIERO TUS GAFAS, SEÑOR!
Para saber que, en la humildad,
está la escalera para llegarme hasta Ti
y, brindándome con empeño
señale que tus senderos son futuro y fiesta
abrazo y perdón, eternidad y justicia
Para comprender que, si sólo miro,
por las lentes del mundo
me quedaré sin asomarme
a ese otro horizonte de paz y de esperanza
de ilusión y de amor
de hermandad y de fraternidad
a los que me invita tu persona.
¡QUIERO TUS GAFAS, SEÑOR!
Para ver como Tú; cielo después de la tierra
Para ver como Tú; alegría antes que tristeza
Para ver como Tú; humildad ante la soberbia
Por eso, y por tantas cosas, Señor
quiero ver, sentir y caminar como Tú.
Con tus gafas del Evangelio, Señor