
Domingo XVIII del Tiempo Ordinario
31 de julio de 2016
--Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
Él le contestó:
--Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
Y dijo a la gente:
--Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
Y les propuso una parábola:
--Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Y se dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida. Pero Dios le dijo: Necio esta noche te van a exigir la vida Lo que has acumulado, ¿de quién será? Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico ante Dios. Palabra del Señor
a) O dedicarnos a un simple y caduco bronceado del cuerpo (el sol achicharrante del materialismo puro y duro)
b) O procurar un bronceado más profundo que afecte también al alma que llevamos dentro (la brisa que de diversas maneras Dios nos sopla)
¿Cómo se broncea el cuerpo?
-Con el bronceador de la ambición olvidamos que somos caducos y hasta nos puede producir ceguera para lo espiritual. Pasan los años y nos damos cuenta que no llena de felicidad el mundo de las cosas sino el mundo de Dios
-Con la loción del trabajo como ganancia tendremos más pero, tal vez, perderemos muchas sensaciones necesarias para ser de verdad felices.
-Con la crema de la riqueza conseguiremos prestigio y relevancia social pero, cuando nos visite la ruina, ¿nos acompañarán los que nos aplaudieron siendo ricos?
¿Cómo se broncea el alma?
-Con el gel de la conformidad. Amando y disfrutando de los bienes materiales que uno tiene y, siendo consciente, que el origen de todo está en una fuerza superior: DIOS
-Con la loción del trabajo como perfección sabremos que nunca podrá más la ocupación que el cultivo de la amistad, la oración, la fe, la espiritualidad personal, etc.
-Con la crema de la sobriedad no estaremos expuestos al sol del egoísmo o de la insolidaridad. Siendo sobrios es como se consigue un camino para dar con la auténtica riqueza de los hijos de Dios.
Todos, desde el momento en que nacemos, tenemos abierta una cuenta corriente en la gran caja de ahorros que existe en el cielo. Una cuenta donde los ángeles administrativos van apuntando los esfuerzos y los intentos que los creyentes vamos haciendo en la tierra para darle brillo y bronceado celestial a nuestra vida cristiana.
Y también todos, desde el instante en que fuimos bautizados, vamos restando a esa cuenta con la ambición y el afán de poseer, el aparentar, el acaparar o el olvido de Dios por dejarnos arrastrar por la seducción de la riqueza.