
Domingo 5º del Tiempo Ordinario.
Evangelio Marcos 1,29-39
el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos.
A Él se los llevan. Jesús está cerca, toca las heridas, sana los corazones afligidos. La noche, gracias a Jesús, es tiempo de sanación y de alegría. En la casa, donde se reúnen los discípulos de Jesús para vivir el Evangelio, se curan heridas, se quitan sufrimientos.
Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios.
Dios está a favor del hombre, lo creó para que fuera libre y pudiera comunicarse con Él. Jesús se pone al servicio de este proyecto de salvación. Quiere quitar el mal del mundo. Su fuerza liberadora es irresistible, alcanza la profundidad del ser humano.

No nos puede importar demasiado el hecho de que la amplia labor de la Iglesia no se reconozca. Nos tiene que quedar la satisfacción de que estamos en el camino correcto. Que, salir al encuentro de los que sufren, es para nosotros un motivo de gloria y de crecimiento espiritual y humano.
Hoy están muy de moda las ONG el altruismo ¿Durarán muchos años? La experiencia de la Iglesia, en cambio, nos dice que si se ama con amor de Dios, el amor es eterno; si se sirve con las manos de Dios, el servicio es constante; si se transforma el entorno con la sabiduría de Dios, la sociedad se hace más justa y fraternal.

Esto mismo es lo que han intentado hacer siempre los santos, monjes y monjas, misioneros, laicos, y toda persona que se disponga a trabajar intensamente durante todo el día, en nombre de Dios. Esto mismo es lo que debemos hacer todos y cada uno de nosotros, cada mañana, antes de ponernos a trabajar con ilusión y empuje en lo que nos toque. La compasión y la oración siempre van unidas, una cosa lleva a la otra. La noche de sanación se prolonga en una madrugada orante. El Evangelio es a la vez experiencia mística y compromiso social y misionero. Sin momentos detenidos de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido
(Papa Francisco).
Que el Señor con una oración profunda y sentida, nos haga recapacitar también hacia qué compromisos nos hemos de encaminar como Iglesia, como parroquia, como familia.

Que tu mensaje se mantiene vivo
no sólo en el árbol de la palabrería
sino en el fruto de las buenas obras
Que tu mensaje se difunde con fuerza
cuando nuestras manos son alivio,
esperanza y fuerza moral
para los que se sienten desarmados
y sin más horizonte que la muerte.
QUE NO ME OLVIDE, JESÚS
Que tus preocupaciones,
han de ser las mías
Que tus desvelos,
han de contar con horas de mis horas
Amén.
ALBINA MORENO
