
EL HOMBRE HUMILDE

La humildad contiene dos sentimientos de vida aparentemente opuestos: pequeñez y grandeza. Quien solamente experimenta su pequeñez, a la larga caerá en complejo de inferioridad. En cambio, quien solo experimenta la grandes se hará orgulloso y presuntuosos. En María, el ser humano por excelencia, se da el perfecto equilibrio: en sí misma se siente pequeña, pero a la vez, se siente amada y engrandecida por Dios.

Humildad como pequeñez es aceptarme como criatura limitada y pecadora ante el Dios perfecto y santo. Por eso, santa Teresa puede decir que humildad es verdad. El hombre auténtico se encuentra bien cuando es veraz: es la espontaneidad de aquel que no tiene nada que esconder, es la espontaneidad del niño.

Por eso también dice el Padre kentenich: Por lo general, el hombre humilde no es nervioso. O dicho de otra forma: Si somos nerviosos no cuando tenemos nervios débiles sino cuando realmente somos nerviosos -, tenemos que analizar si no es porque en nuestra vida constatamos una gran falta de humildad.
