Domingo 3º de Adviento.
Evangelio: Mateo 11,2-11
Ésta es una buena pregunta para empezar a orar. Quizás hace tiempo que no se la hacíamos a Jesús. Sea que estemos rumiando miserias en la sombra, que estemos rotos por dentro como tantos seres humanos, que el conflicto nos haya atrapado, o que estemos desencantados por tanta fatiga, podemos preguntar a Jesús y quedarnos en silencio, a la escucha, sin prisa. ¿Eres tú, Jesús, nuestro tú? ¿Qué tiene que ver tu vida con la nuestra? ¿Eres capaz de resucitar nuestra esperanza en medio de la prueba? ¿Eres Tú manantial de alegría donde abrevar el cansancio, la frustración, el desaliento? ¿Me podrás dar Tú la fuerza para afrontar con paz una vida de sufrimiento?