Letanías al Señor Crucificado
para alcanzar la paciencia en las aflicciones
A cada súplica se responde: DAME UNA SANTA PACIENCIA, SEÑOR
-Cuando juzgues oportuno someterme a la prueba de la tribulación.
-Cuando me vea agobiado por todas partes de apuros y contrariedades.
-Cuando me falte lo que más necesito.
-Cuando tenga que sufrir las inclemencias del tiempo, el rigor de las estaciones.
-Cuando sienta arder en mis miembros el fuego de la fiebre.
-Cuando me vea sumido en la enfermedad.
-Cuando deseara en vano para mis ojos desvelados un sueño reparador.
-Cuando el mal seque y consuma lentamente mi carne y mis huesos.
-Cuando vengan a llamar a mi puerta las aflicciones de cualquier clase que sean.
-Cuando interiores desolaciones tengan oscurecido y como anublado mi espíritu.
-Cuando me vea en peligro de ser vencido por la tentación.
-Cuando me vea precisado a reprimir la vivacidad de mi carácter.
-Cuando por excesivo abatimiento se me haga enojosa la vida.
-Cuando me vea hecho carga pesada para mí mismo y para los demás.
-Cuando no halle en torno de mí más que motivos de tristeza.
-Cuando me sienta impotente para todo bien.
-Cuando a pesar de mis esfuerzos, vuelva a caer en las mismas faltas.
-Cuando la sequedad interior parezca extinguir en mí todo fervoroso deseo.
-Cuando mil pensamiento importunos vengan a distraerme en la oración.
-Si permites que sufra contrariedades.
-Si permites que tenga que luchar con genios difíciles.
-Si permites que me humillen.
-Si permites que me contristen.
-Si permites que me abandonen mis amigos.
-Si permites que sea víctima de la injusticia.
-Si permites que me persiga la calumnia.
-Si permites que me vuelvan mal por bien.
-Si permites que me hieran con insultantes palabras.
Oración
¡Oh, Dios mío, que has dispuesto que la salvación sea alcanzada por medio de los sufrimientos y de la Cruz! Ayúdame a soportar los míos con el espíritu de la paciencia, que nos enseñó con su santa vida tu Unigénito Hijo Jesucristo.
Y que en todas nuestras aflicciones, ya del alma, ya del cuerpo, repitamos con fe firme las palabras que te dirigió Él en su dolorosa agonía: Padre mío, que no se haga mi voluntad, sino la vuestra. Amén.