4º Domingo de Adviento.
Evangelio Lucas 1,26-38
ALÉGRATE. Lo que escuchó la Virgen María, nos lo dice a todos: Alegraos. Dios, que es gozo pleno, nos enamora con la alegría. LLENA DE GRACIA. Ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre. Jesús es el amor hecho carme (Papa Francisco). La Virgen, en su gratuidad, nos ofrece al que lleva dentro para que nos sepamos amados y lo adoremos. EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO. El Señor está con María, está con nosotros La Navidad es el tiempo para entender el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con nosotros y andarnos rogando que nos estemos con Él Sta. Teresa
AQUÍ ESTÁ LA ESCLAVA DEL SEÑOR, HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA. Lo más importante es dejarnos hacer por la Palabra, como María. Para eso es la oración. Decir hágase es entrar en el silencio y la soledad, Solo Él y el alma se gozan con grandísimo silencio. Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. La humildad de María hizo fácil el acceso de Dios hasta ella. Realmente, como nos dice san Agustín, María concibió a Jesús por la fe, antes de sentirlo vivo físicamente en sus entrañas.
El camino de la humildad es el camino más corto, junto con el camino del amor, para encontrarnos con Dios: Derribó del trono a los poderosos y exaltó a los humildes.En este siglo XXI, en el que nosotros vivimos, el camino de la humildad para llegar hasta Dios no es el camino más alabado. Vivimos, o creemos vivir, en el siglo de la ciencia, y lo que no conocemos científicamente es como si no existiera.
Pero los caminos del alma para encontrarse con Dios han sido siempre los caminos de la humildad y del amor.
Esto se ve todavía más claro en este tiempo de Adviento, en vísperas de la Navidad. El Dios que nace en Belén es un Dios pobre y humilde; así quiso encontrarse con nosotros, asumiendo nuestra debilidad, para liberarnos a nosotros de nuestras fragilidades y de nuestros pecados. Dios se hizo hombre, dirá san Agustín, para que nosotros podamos ser Dios, porque él nos ha hecho a su imagen y semejanza.
Imitemos a María en su humildad y así atraeremos hacia nosotros la gracia gratuita de Dios.