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Domingo 4º de Adviento:
Mateo 1,18-24
María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
Entramos en la admirable espera de María, para esperar con Ella la acción del Espíritu.
La Navidad es fruto del Espíritu, danza inacabable de su ternura.
El Espíritu nos enseña a esperar a Jesús. Con su fuerza y alegría, consentimos que el misterio de amor de Jesús se encarne en nuestra vida y embellezca el mundo con su bondad. Nos abrimos sin temor a la acción del Espíritu.